Reconstruyendo Estados Unidos una fiesta a la vez
By Andrés Alberto Chong-Qui Torres
El viernes pasado tuve el privilegio de participar con mi amigo Lawrence en un evento poco convencional pero muy emotivo. Se trata de la fiesta afuera de la residencia del abogado que insultó a una trabajadora en Manhattan por hablar español. El momento agrupó a más 300 personas llenas de orgullo y ganas de demostrar no sólo el descontento de la comunidad con este individuo que se dirigió de manera peyorativa y racista en contra de una hermana latina, sino también para celebrar a todo pulmón la diversidad de nuestra mágica ciudad de Nueva York y la belleza de nuestra herencia hispánica aquí en los Estados Unidos.
Los detalles importan, así que cabe recalcar que estas personas que se congregaron en armonía no fueron obligadas por jefes del trabajo, o motivadas por remuneración económica de ninguna índole. Por el contrario, llegaron por su propia voluntad de distintos barrios, clases sociales, razas, edades, géneros, profesiones y países de origen, dispuestas a representar su cultura, defender su derecho a hablar su lengua materna, y muchos otros simplemente en un noble gesto de solidaridad. El ambiente era una mezcla de hermandad, salsa, pastelitos, mariachis, cánticos y todos unidos al son de la famosa melodía mexicana Cielito Lindo, coreaban: “¡ay ay ay ay...canta y no llores!” y también “¡hablamos español!” Era sin duda, más que una protesta, una propuesta. La comunidad entiende el peligro que significa vivir rodeados de odio e ignorancia y elige sabia y valientemente encararlo con alegría y determinación.
Pero esto no es todo, el pasado 29 de abril una mujer en Oakland, California, interrumpió un ameno domingo entre amigos afroamericanos y decidió llamar a la policía porque a su parecer era ilegal hacer uso de parrillas de carbón en el parque y pretendía que se vayan del lugar. Al igual que en Nueva York, la respuesta de la comunidad no se hizo esperar y este domingo que pasó, cientos de personas se reunieron pacíficamente a compartir gratos momentos en el mismo parque con parrillada, música, tambores y una vibrante amalgama de personas, todas unidas por la inclusión y la diversidad.
Inesperadamente, estos eventos dejan lecciones indelebles tanto a la mayoría silenciosa que sigue de cerca lo que acontece desde sus casas, como para las personas racistas que equivocadamente creen en una homogeneidad de raza, cultura e idioma en este país. Los intolerantes deberán analizar bien las consecuencias de sus actos xenófobos antes de increpar a cualquier miembro de la comunidad por ser, lucir o hablar diferente que ellos. Lo cierto es que los que creemos en la inclusión y la tolerancia somos muchos más y estaremos atentos para contrarrestar todo tipo de abuso y discriminación.
Yo me mantengo optimista, de que Estados Unidos es esto, cuna de libertad, diversidad y oportunidad. Somos un país de inmigrantes, de gente soñadora y capaz de adaptarse, de personas luchadoras provenientes de todas partes del mundo que han hecho de este país el más poderoso del planeta. Es tiempo de vencer el odio en cada rincón de los Estados Unidos, y nuestras comunidades están listas para el reto, una fiesta a la vez.